A lo largo de todos estos últimos años, miles de personas han perdido a sus seres queridos de una manera tremendamente dolorosa. Las medidas para evitar la propagación de los contagios produjeron una limitación de los espacios, impidiendo que familiares y seres queridos elaborar los duelos producidos por estas pérdidas de una manera saludable. Además, en muchas ocasiones el impacto de la noticia del fallecimiento se ha vivido en absoluta soledad, no siendo posible la sujeción emocional por familiares, amigos, y demás personas cercanas que, en este tipo de vivencias, resultan fundamentales para mermar el impacto emocional de la pérdida.
No son pocas las investigaciones científicas que señalan que no es lo mismo vivir una situación amenazante o impactante estando en compañía de alguien con quien compartir lo que estamos experimentando y con quien nos pueda sostener emocionalmente, que vivir dicha situación sin ningún tipo de apoyo o compañía que nos permita compartir nuestros estados emocionales. De hecho, existen investigaciones que señalan como un factor decisivo en la prevención del desarrollo del trauma, la posibilidad de contacto con otras personas durante la vivencia de la experiencia amenazante o justo después de haberla experimentado. Es decir, que dicha experiencia se convierta en una experiencia traumática está mediada (en parte) por la posibilidad de contacto social con otras personas que puedan brindarnos su apoyo emocional. Si la persona que experimenta dicha experiencia lo hace en soledad, las investigaciones indican que existe mayor probabilidad de que se almacene en su memoria sin poder realizar un relato de lo sucedido y, en consecuencia, sin atribuirle una significación, pudiendo provocar una incapacitación emocional y mental con múltiples consecuencias (Bessel van der Kolk, 1996)
En este sentido podríamos decir que, en las experiencias de duelo, la ausencia de apoyo es un factor de riesgo importante, puesto que una misma experiencia de duelo puede vivirse desde un estado de aislamiento o soledad como una experiencia traumática, o como una experiencia dolorosa- pero aceptable- si se recibe el apoyo o restauración emocional del contexto social.
Sin embargo, como indicaba al principio, muchísimas personas no han podido tener la posibilidad de ese apoyo emocional del contexto durante el confinamiento, viviendo los duelos en absoluta soledad, o no pudiendo despedirse ni acompañar a sus seres queridos durante la enfermedad. Su duelo se ha visto desautorizado y tal vez, no solo por la soledad impuesta sino por otro tipo de factores que también se suman a esta experiencia:
-Relaciones no reconocidas donde los vínculos no son reconocidos por el contexto o el entorno como vínculos “importantes. Por ejemplo, el fallecimiento de una expareja, la muerte de un paciente (si trabajamos en el ámbito de la salud), vínculos de amistad de compañeros/as de trabajo, cuidadores/as, padres/madres adoptivas, etc. Es decir, duelos que socialmente, se consideran en muchas ocasiones como duelos que no “deberían” despertar reacciones emocionales intensas.
-Pérdidas no reconocidas socialmente: los duelos por personas fallecidas que socialmente están excluidas y/o invisibilizadas por la sociedad como las personas sin hogar, personas migrantes y/o racializadas, personas que viven en instituciones sociosanitarias, en instituciones penitenciarias (como los CIES, las cárceles, etc). Personas a las que el imaginario colectivo las coloca en el lugar de inferioridad existencial, no siendo admisible o comprensible experimentar procesos de duelo por ellas.
-Cuando la persona que atraviesa el duelo son personas a las que se les considera incapaces de hacer el duelo: personas con discapacidad mental, personas muy mayores o niños/as.
-Cuando la muerte se produce por causas particulares: muertes producidas por suicidio, por sobredosis y homicidios. Considerándose que con la “mala vida que llevaba” se lo ha buscado y no es merecedor o merecedora del sufrimiento, anulándose así la experiencia dolorosa de sus seres queridos.
De esta manera, a ese duelo desautorizado se pueden sumar distintas experiencias que se van acumulando en función de las características de la persona fallecida, la causa de la muerte, los factores contextuales (en este caso la pandemia mundial), el aislamiento, la imposibilidad de despedida, etc.
En definitiva, sabemos que la experiencia de duelo en sí misma es demoledora, porque la pérdida de nos llena de vacío y muchísimo dolor, pero la desautorización y la falta de apoyo durante el fallecimiento del ser querido y posteriormente, durante el desarrollo del propio duelo, pueden generar igual o mayor dolor que la pérdida.
Es importante y necesario que podamos expresar nuestras emociones y hablar de lo sucedido, de la persona fallecida, del dolor que nos acompaña. Es importante sentirnos sostenidos/as en la vulnerabilidad que nos produce el dolor, para poder así integrar y asimilar la pérdida.
Si somos personas que estamos acompañando a un ser querido en duelo, brindémosle nuestro apoyo cálido, ayudémosle a expresar sus necesidades, cuidemos nuestras palabras y evitemos expresiones que pueden ser hirientes, cuidemos y acompañemos con paciencia y cariño a las personas en su dolor, porque ningún dolor emocional debería ser anulado o desautorizado. Las emociones no se deben juzgar, sencillamente se deben escuchar, aceptar y acompañar.
Finalmente, nos despedimos aportando algunas pautas básicas para comunicarnos y acompañar a personas durante su proceso de duelo con el fin de prevenir su enquistamiento y complicación:
1º. Es importante hacer llegar tu sentir a las personas dolientes. Por ejemplo, expresar pensamientos y emociones y también tu propio dolor ante la pérdida, compartiendo recuerdos, todo lo que ha dejado en nuestra vida la persona que ha fallecido. – Demostrar nuestro apoyo a través de contacto telefónico o por otros medios para expresar que te hubiese gustado acompañarlos en estos momentos.
2º. Ten en cuenta que las personas en duelo rara vez van a tomar la iniciativa de llamar, prueba a mandarle un WhatsApp viendo su disponibilidad para hablar y si al inicio no está receptivo/a, respeta su momento. Si lo deseas también puedes enviarle algún mensaje escrito o bien un video corto, solo o con otras personas allegadas. Aquí son recomendables frases de tipo “No es necesario que me contestes si no te apetece, solo quiero saber cómo te encuentras y que sepas que estoy disponible si te apetece hablar”, “Sólo quiero que sepas que estoy aquí́ para ti” ,“Me gustaría acompañarte en este momento, ojalá pudiéramos vernos y sino, quiero que sepas que me acuerdo de ti y te tengo presente” , “Si necesitas que hablemos puedes llamarme en cualquier momento”, “Te volveré́ a llamar por si te apetece hablar, aunque quiero que sepas también podemos compartir un silencio”.
3º. Si hablas con la persona en duelo, procura permitirle el desahogo, deja que exprese cómo se siente y lo mucho que echa de menos a la persona fallecida. Aquí es importante no minimizar el dolor con frases de tipo “Sé fuerte”, “Anímate”, “Hazlo por tus hijos u otras personas significativas.”, “Distráete que te irá bien”. “No llores más que te estás torturando, que no le dejas descansar.”,” La vida continúa”, “Ha sido la voluntad de Dios. Ahora ya no sufre.” “El primer año es el peor, luego ya verás.”, “¿Una baja laboral para vivir el duelo de tu expareja?” “¿Y no te diste cuenta de que se iba a morir?”. Si son niños/as, personas con discapacidad o personas mayores, evita frases de tipo “No sienten tanto”, “No se enteran”, “Mejor contarles una mentira”, “Que no vayan al funeral”
Y recuerda:
Una escucha honesta es la mejor medicina que podemos ofrecer al que pasa dolor
(J.Cameron)
Bibliografía
Puigarnau, A. P. (2012). Las tareas del duelo: psicoterapia de duelo desde un modelo integrativo-relacional. Grupo Planeta Spain.
Guía sobre Covid-19 Instituto IPIR 2020
Alba Payás: El mensaje de las lágrimas: una guía para superar la pérdida de un ser querido. Paidos Iberica, 2014.