Poder decir lo que realmente necesitas/sientes, expresar tus sentimientos, deseos, opiniones de un modo directo, firme y honesto, respetándote a ti misma/o y a tus sentimientos al mismo tiempo que respetas los sentimientos, actitudes, deseos y opiniones y derechos de las demás personas es una habilidad que en psicología se define como: asertividad.
Muchas veces se piensa que las personas “son” o “no son” asertivas, atribuyendo esta capacidad de expresar lo que opinan, sienten y desean a otras personas, como un rasgo de la personalidad que se tiene o no se tiene. Sin embargo, sabemos que el asertividad no es algo innato, con lo que se nace o no se nace, sino un conjunto de habilidades más o menos aprendidas a lo largo de nuestra historia de vida y que en algunos contextos están más o menos entrenadas.
Es importante que sepas que la asertividad varía en función del contexto/situaciones y culturas (no es universal). La literatura científica dice que está compuesta de tres aspectos:
1-Un aspecto conductual: cómo se comporta la persona, qué conductas realiza, etc.
2-Un aspecto personal-relacional: a quiénes van dirigidas esas conductas (no es lo mismo que sea a una amiga, a la pareja, a extraños, a relaciones de negocios, etc)
3-Un aspecto contextual-situacional: en qué lugar se realiza, en el ámbito privado o público, en el trabajo, en la calle, en casa, etc.
Además, se puede articular de múltiples formas: a través de la capacidad de decir no, pero también a través de la capacidad de pedir favores o de hacer peticiones, incluso expresando sentimientos positivos y negativos, iniciando, continuando y finalizando conversaciones etc.
Cuando interactuamos con las demás personas, muchas veces nos encontramos en la ambivalencia de tener que decidir entre dos posibles maneras de expresarnos o comportarnos que nos resultan igualmente no deseadas al producirse un conflicto de intereses entre lo que deseamos hacer y el que consideramos que debemos realizar.
Por ejemplo: cuando nos piden hacer algo que no queremos hacer, podemos negarnos porque no es algo que nos interese, pero dicha negación puede hacer que nos sintamos culpables.
En otras ocasiones serán las demás personas quienes nos señalen esos “deberes” e un intento de influir en nuestro comportamiento.
Por ello hoy te cuento algunas técnicas que puedes emplear para hacer lo que quieres realmente y no lo que se espera de ti que hagas:
1-El disco rayado: Se trata de ser persistente y repetir en bucle lo que se quiere decir, pero sin enfadarse, ni irritarse, ni levantar la voz. Se trata de decir lo que se desea con voz tranquila, sin reaccionar a los intentos de insistencia por parte de la otra persona: Ejemplo: “Sí, pero…”, “Sí, lo sé, pero mi punto de vista es…”, “Sí, pero yo decía…”
2-El compromiso viable: Cuando la persona con la que hablamos se muestra asertiva con nosotros/as y ceder terreno no supone doblegarse, siempre cabe llegar a un acuerdo de un compromiso que no afecte a nuestros sentimientos personales. Es decir, si él o ella cede, entonces podemos también ceder un poco (siempre y cuando esto no suponga un malestar o un coste desproporcionado para nosotras/os)
3-Aserción negativa: Se trata de responder a la crítica, pero separándolo del hecho de ser una buena o mala persona, de forma serena, sin adoptar actitudes defensivas o ansiosas. Ejemplo: “Sí, me olvidé de la cita que teníamos. Por lo general suelo ser más responsable”
4-Claudicación simulada: Consiste en mostrarse de acuerdo con el argumento de la otra persona, pero sin cambiar de postura. Ejemplo “Es posible que tengas razón, seguramente podría ser más generoso/a…pero” o “Puede que tengas razón, pero…”
5-Banco de niebla: Permite aceptar las opiniones, deseos, sentimientos y objeciones de los demás, aunque no los compartamos. Ejemplo: “Es verdad lo que dices, pero aún así deseo…”, “Puede que tengas razón, pero…”
Y es que ya lo decía Dostoiveski: “Si quieres ser respetado por los demás, lo mejor es respetarte a ti mismo. Sólo por eso, sólo por el propio respeto que te tengas, inspirarás a los otros a respetarte”.